Jordania, los siete pilares que sostienen un Reino

Laila M. Rey | Madrid

Hace exactamente cien años se fraguaba un libro transcendental sobre la ingenua rebelión árabe contra los turcos. El oficial del ejército británico T.E. Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia, empezaba a narrar sus desventuras por Oriente Próximo en “Los siete pilares de la sabiduría”. Parte de ese libro se desarrolla en un entorno desértico y cautivador que en nuestro imaginario colectivo – gracias a la taquillera película y a nuestra mirada un tanto orientalista- hoy conocemos como Jordania.

Es en el desierto de Wadi Rum donde los árabes establecen la base de operaciones para emprender lo que ellos llaman La Gran Revuelta Árabe contra la tiranía del Imperio Otomano; una sublevación destinada al fracaso antes de nacer. Los acuerdos secretos de Sykes-Picot entre Francia y Reino Unido abortan el deseo de autonomía de la Gran Siria, el territorio que hoy ocupan Siria, Líbano, Jordania, Palestina e Israel. Pero es la declaración de Balfour de 1917 – el apoyo formal del gobierno británico al establecimiento de un «hogar nacional» para el pueblo judío en Palestina- lo que más determine el incipiente Reino Hachemita de Jordania.

Y esa Siria resultante ha vuelto a fragmentase por nuevos intereses estratégicos de potencias extranjeras que, casi un siglo después, frenaron el levantamiento popular contra la dictadura de Bashar Al Assad. Jordania se encuentra en medio de una encrucijada que alimenta titulares: al sur Arabia Saudí y el empuje de su influencia regional, con el bloqueo a Yemen y escándalos como el asesinato de Khashoggi; al norte la guerra de Siria que acaba con la victoria de un actor que conspiraron derrocar; al este con Irak y la influencia iraní y al oeste con Israel; que supone el núcleo de sus preocupaciones.

Para sobrevivir a esta deriva regional, el Reino Hachemita basa su estabilidad en una compleja red de acuerdos económicos, securitarios y estratégicos. Haciendo un guiño a esta efeméride literaria que puso a Jordania en el mapa, os contamos los siete pilares que sostienen a un reino y si esta fórmula funcionará para hacer frente a sus próximos desafíos.

1. Una economía que depende de la ayuda externa

La supervivencia de Jordania depende, más que cualquier otra cosa, de las ayudas internacionales. Con escasos recursos naturales -ni petróleo, ni gas, ni agua y con sólo el 10% de suelo cultivable-, su producción industrial se compone de fosfatos para fertilizantes, cemento, manufacturas y productos textiles que no llegan ni al 20 % del PIB. El turismo, su principal motor económico y del que España representa uno sus principales mercados, ha sufrido un importante descenso debido a la inestabilidad en la región; aunque en 2018 ya presentaba nuevos datos de crecimiento.

Su vulnerabilidad crónica se agrava con el impacto económico que ha supuesto la llegada de refugiados sirios -más de un millón, según cifras del gobierno-, sumándose a los palestinos e iraquíes que lleva décadas acogiendo. Jordania asume el riesgo y lo que significa: más necesidad de apoyo económico significa más dependencia del exterior. Y cuando más dependes de los demás menos poder de decisión tienes en tus asuntos internos.

El apoyo presupuestario que dan el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea al Reino Hachemita tiene serias contraindicaciones: como condición, Jordania debe acometer reformas en la economía que hagan al país más autosuficiente. La reforma fiscal dictada por el FMI el año pasado provocó contra todo pronóstico la movilización de la ciudadanía. Una huelga general y numerosas manifestaciones demostraron el hartazgo de una sociedad que ya no puede asumir la presión a la que se ve sometida.

2. Los acuerdos económicos y estratégicos con EE. UU.

Estados Unidos, por otro lado, es el país que más invierte en el reino. Sólo hay que pasarse por la web de su agencia internacional de desarrollo para comprobar que las cifras siempre alcanzan los 1000 millones de dólares anuales. A cambio de esta ayuda militar y humanitaria vital para su estabilidad, Jordania es clave estratégica para la potencia mundial. Ha servido como base de operaciones para la Coalición Internacional que luchaba contra el ISIS y también ha permitido que se establecieran en su territorio cuarteles de entrenamiento estadounidenses para adiestrar a rebeldes sirios.

Jordania no puede permitirse llevarle la contraria a su aliado incondicional a pesar de que los últimos movimientos de Trump vayan poco encaminados a potenciar conversaciones de paz entre israelíes y palestinos. Desde hace ya meses se habla del “Acuerdo del siglo” de la administración Trump, un plan “de paz” para Oriente Próximo que parece se dará a conocer después de las elecciones israelíes y que busca apuntalar aún más la legitimidad de Israel en la región.

Trump ha empezado a implementarlo con movimientos unilaterales: reconociendo a Jerusalén como capital de Israel, cortando la financiación a la UNRWA y ahora también reconociendo a los altos del Golán como territorio israelí. “La percepción aquí desde las altas esferas jordanas es que el Acuerdo del siglo es aceptar lo que Israel quiere, esto es, anexionar Jerusalén, los asentamientos ilegales y Cisjordania. Y esto es muy peligroso”, nos cuenta la analista y periodista Lamis Andoni.

Aún se desconocen las consecuencias derivadas del acuerdo, aunque previsiblemente volverá a movilizar en las calles a los palestinos residentes en Jordania. Dependerá de la habilidad diplomática del rey Abdullah capear el vendaval y que dichas protestas no confluyan con el malestar social generalizado por las últimas medidas de austeridad.

3. El poder en la región: buscando el equilibrio entre Israel, Irán y Arabia Saudí

Este año se cumple el 25 aniversario del Tratado de Paz entre Israel y Jordania. Durante todos estos años, el acuerdo bilateral ha servido para aunar esfuerzos en materia de seguridad y comercio, pero poco se ha avanzado en el plano político. Tras anular Abdullah dos anexos y reclamar la soberanía de los territorios de Baqura y Ghamr, las relaciones no parecen pasar por su mejor momento. Sea o no por las presiones del Parlamento jordano para rescindir el acuerdo sobre esos territorios, el rey parece aprovechar este último margen de maniobra de cara al “Acuerdo del siglo”.

La Liga Árabe, por su parte, no parece tener como prioridad en su agenda defender los derechos de los palestinos y hacer frente a Trump. Todo lo contrario. En la cumbre celebrada en febrero en Varsovia hicieron público que su principal preocupación era “el papel iraní en la desestabilización de la seguridad y la estabilidad en la región”.

El Ministro de Asuntos Exteriores jordano acudió a la cita para concienciar a sus vecinos de que Palestina debía ser la principal prioridad. “Yo estuve en la rueda de prensa que dio después el Primer Ministro y su mensaje era que poner a Irán en el foco de atención era una mala idea, sobre todo, porque sienten que Israel está usando la amenaza iraní para ocultar sus intenciones de expandirse y anexionarse Cisjordania”, lamenta Andoni. En la narrativa geoestratégica Irán e Israel no se explican la una sin la otra.

Arabia Saudí, por su parte, sigue aspirando a convertirse en el poder económico de la región. En el marco del “Acuerdo del siglo” que parece inminente, la economía será el aspecto prioritario y Arabia Saudí tendrá un mayor protagonismo. “Parece evidente que cuanto más se expande el papel de Arabia Saudí en la región, más se reduce el papel jordano”, nos explica Amer Sabaileh, analista del Jordan Times.

Jordania mantiene estrechas relaciones con el Consejo de Cooperación del Golfo, y especialmente con Arabia Saudí, vital en términos de asistencia financiera e inversiones directas. Le interesa que su programa Vision 2030 prospere a pesar de los escándalos por vulneración de derechos humanos. Numerosos ciudadanos y empresas jordanas trabajan en países del Golfo y sus remesas constituyen una bocana de aire fresco para el país.

4. Lucha contra el terrorismo con sus aciertos y sus errores

Jordania lleva décadas combatiendo el extremismo violento con relativo éxito si atendemos exclusivamente al número de atentados sobre su territorio y considerando la amenaza que suponen los estados fallidos que parecen brotar como setas a su alrededor. Pero al mismo tiempo ha alimentado el caldo de cultivo que ha hecho al terrorismo prosperar. Al igual que Turquía, Jordania permitió que combatientes de ideologías radicales entraran a Siria, sumando más caos y destrucción al ya ocasionado por la represión del régimen de Damasco y sus aliados.

Para cuando se dio cuenta del monstruo que alimentaba ya era tarde. Bombardear territorios del Daesh en Siria e Irak -ocasionando además víctimas civiles- como parte de la Coalición Internacional no ha conseguido erradicar el problema. Tras derrotarlo militarmente, muchos países se preguntan qué hacer con la herencia ideológica del Daesh que traen consigo sus yihadistas derrotados.

Porque la radicalización no ha sido derrotada, la amenaza puede reactivarse si las condiciones se vuelven propicias. Jordania, uno de los países que más combatientes ha exportado hacia Siria e Irak, deberá poner todos sus esfuerzos en la lucha contra la radicalización dentro de casa.

“Tenemos que adoptar una visión a largo plazo y eso requiere determinación política, seguimiento y acciones serias”, mantiene Amer Sabaileh. “Lamento decir que hasta ahora no veo una clara visión de cómo hacer frente a la radicalización. Todavía seguimos en la fase de soluciones cosméticas”.

Andoni, por su parte, pone el foco en la situación de precariedad de los jóvenes. “Jordania hace frente a serias crisis políticas y socioeconómicas, por eso lo más importante es trabajar y dar esperanza en casa, para que la gente joven desesperada no sienta que su Gobierno no se preocupa por ellos, trabajar para prevenir que los jóvenes no se unan ni al Daesh ni a otras organizaciones similares”, sentencia Lamis Andoni. Del éxito de abordar con medidas concretas este problema dependerá la estabilidad de Jordania y evitará, además, que células durmientes recluten a nuevos radicales que exporten el terror también hacia países de la Unión Europea.

5. Normalizando relaciones comerciales con Siria e Irak: Rusia como aliado fundamental

Antes de la contienda, el comercio de bienes entre Jordania y Siria ascendía a millones de dólares anuales tras firmar un acuerdo en 2002 que establecía una zona de libre comercio. El paso fronterizo de Jaber no sólo beneficiaba a Siria y Jordania, sino que era una fuente importante de ingresos también para el Líbano y los países del Golfo, ya que por el paso fronterizo decenas de camiones cruzaban a diario.

Tras ser conquistado por los rebeldes sirios en 2015, el cierre de Jaber supuso pérdidas millonarias. Tras ser reconquistada por el ejército sirio y gracias a la coordinación con Rusia, el paso fronterizo de Jaber volvía a abrir sus puertas tres años después, permitiendo el flujo de intercambio de mercancías para dos países que lo necesitan desesperadamente.

Aunque Jordania dio apoyo logístico a la oposición durante los primeros años del levantamiento, todo parece indicar que Damasco y Ammán están dispuestos a normalizar relaciones tras el fin de la contienda. Sin embargo, es previsible que la relación bilateral no vuelva a su estado anterior al 2011, al menos de cara a la galería, por posicionamientos políticos irreconciliables y aliados que son enemigos declarados. Israel tampoco permitirá que la partida de ajedrez jugada en Siria entre Irán y Arabia Saudí se reproduzca tan cerca de sus fronteras.

La prioridad de Jordania es restaurar la seguridad en el noreste y la presencia iraní tan cerca de sus fronteras parece inquietar al reino. Su interlocutor ruso ha dado garantías al rey Abdullah de que dicha presencia no supondrá una amenaza para la seguridad del Estado.

Mientras se fortalece la confianza en su interlocutor ruso, Jordania prepara ya el terreno para su participación en la reconstrucción de Siria e Irak. La Asociación de Ingenieros jordanos, en coordinación con el gobierno, participa en las negociaciones en Damasco para asegurar que sus empresas desempeñan un papel fundamental en la reconstrucción, que revertirá positivamente en la economía jordana.

En enero de este año concluían también acuerdos económicos, comerciales y de cooperación energética y de desarrollo con Irak. Sin embargo, algunos economistas jordanos se mantienen escépticos sobre las verdaderas dimensiones económicas de los acuerdos debido a la competencia con los países del Golfo.

6. Un país que representa la hospitalidad árabe legendaria

¿Os imagináis que España acogiera un 15% de refugiados con respecto a su población, es decir, más de 6 millones? Jordania, con apenas recursos, precios de productos básicos subvencionados y alquileres desproporcionados, recibió casi millón y medio de refugiados sirios llegados desde el 2011, sin incluir a los palestinos, iraquíes, egipcios y demás migrantes económicos que ya acogía. Sí, lo ha hecho con ayudas de organismos internacionales para el desarrollo, pero eso no era garantía de éxito para una población con amplias capas empobrecidas y periferias de las grandes urbes superpobladas.

Los campos de refugiados sólo han acogido al 20% del total de sirios, los demás se han ido a vivir a las ciudades de Ammán, Mafraq, Irbid y Zarqa. Por presión de los donantes internacionales, Jordania prometió crear al menos 200.000 trabajos para sirios en sectores que no supusieran una competencia directa con los jordanos, mayormente en los sectores de la construcción y agricultura, y parece estar cumpliendo sus compromisos. Según cifras de ACNUR a enero del 2019 se habían expedido más de 130.000 permisos de trabajo para refugiados sirios.

Tuve la oportunidad de visitar algunos proyectos que integraban niños iraquíes y sirios en las escuelas, gracias a los turnos de mañana y tarde que establecieron para que no se colapsaran las aulas. También visité un hospital al norte del país que compartía infraestructura hospitalaria con Médicos Sin Fronteras, permitiendo realizar operaciones a heridos de guerra que cruzaban la frontera más muertos que vivos.

Sin duda el flujo de refugiados creó en Jordania tensiones con los locales. “Con un desempleo del 20%, algunos trabajadores jordanos culpan a los migrantes de la falta de trabajo. Pero no podemos llegar a un punto en el que los refugiados sean vistos como un peligro. No queremos cultivar una cultura del odio”, sostiene Andoni. Según la analista, tras el fin de conflicto armado la legislación jordana debe establecer un programa de retorno para refugiados sirios a largo plazo hasta que se sientan lo suficientemente seguros como para volver.

No parece que vaya a ocurrir pronto. Teniendo en cuenta la sólida estructura de la Mujabarat (los servicios secretos sirios), los refugiados corren el riesgo de ser arrestados y torturados si deciden volver. De hecho, pocas garantías ofrece un escenario donde muchas familias sirias siguen sin saber nada de sus seres queridos tras ser arrestados por las autoridades, como denuncia el grupo Families For Freedom.

En conversaciones con un refugiado sirio de Daraa que vive en el campamento de Zaatari, volver no entra dentro de las posibilidades a corto plazo. “No creo que ni yo ni mis hijos estuviéramos seguros mientras nuestro hogar siga en control del régimen,” lamenta. “Aquí me siento bien. Tenemos nuestras necesidades cubiertas y doy clases en la escuela como profesor de deporte. Pero mi deseo será siempre regresar a mi país.”

7. Una opinión pública que aún confía en su monarca

Tras las primaveras árabes en 2011, todo parecía indicar que la figura del rey Abdullah II se había reforzado. Aquellas protestas reclamaban en su gran mayoría reformas políticas y económicas y no un cambio estructural del sistema. El proceder de entonces se ha convertido en un patrón: ofrecer un alivio a corto plazo y reemplazar el gabinete del primer ministro por otro.

El terrible asesinato de Muath Al-Kasasbeh en 2015 a manos del ISIS despertó en la población jordana un rechazo unánime contra el grupo terrorista. Fue el comienzo de las aventuras aéreas del ejército en territorio sirio. Una campaña para reforzar el sentimiento nacional inundó las calles de Amman. Carteles con el lema “arfa3 rasak, enta urduni” (levanta la cabeza, eres jordano) se podían leer en cada plaza. Incluso la reina Rania lideró una de las manifestaciones en Amman en repulsa por el crimen.

La crisis económica y social, sin embargo, sólo se ha agravado. Según la Corporación de la Seguridad Social jordana, el 80% de trabajadores registrados ganan menos de 7,200 dinares anuales, lo que equivale a una media de 750 euros mensuales, en los que la mitad se van en pagar el alquiler y las facturas.

La falta de crecimiento económico y el desempleo generan incertidumbre en una generación cada vez más formada y mejor comunicada gracias al acceso a las nuevas tecnologías. Sin embargo, temen que exigir verdaderos cambios derive en la pérdida de la estabilidad y la seguridad. Tienen el drama de sus vecinos demasiado cerca.

A pesar de todo, en 2018 el hartazgo volvió a exceder sus límites. El gobierno decidió, empujado por el FMI, enviar un proyecto de reforma fiscal al parlamento que, en resumen, pretende ampliar el número de contribuyentes reduciendo el umbral máximo de ingresos. Hasta el famoso restaurante de falafel Hashem, que nunca cierra, hizo huelga el 30 de mayo del 2018 en protesta por la subida de impuestos.

Sin embargo, la máxima gatopardista se reproduce y tras destituir al primer ministro y poner a Omar Razzaz, la reforma fiscal, eso sí revisada, quedó aprobada. Así se salvó, una vez más, el contrato social entre gobernantes y gobernados, entre el rey y sus súbditos, hasta que nuevas medidas de austeridad vuelvan a ponerlo a prueba. Y veremos entonces si volverá a cambiar todo para que todo sigua igual.

Este artículo fue publicado en la edición Mayo/Junio 2019 de la revista Política Exterior.

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